Adicción a las Drogas

Adicción a las Drogas — Una Descripción
La adicción a las drogas es una dependencia obsesiva a una droga legal o ilegal. Las drogas pueden incluir medicación prescrita, drogas ilegales y alcohol. Aunque un adicto puede usar más de una droga, usualmente esta persona tiene una “droga de preferencia”: su adicción más fuerte a vencer.

Un adicto puede ser dependiente, ya sea emocional, física o fisiológicamente, dependiendo de las drogas usadas. Sus intensos deseos le conducen a echar mano a cualquier medio para obtener la droga. Satisfacer su deseo se convierte en la mayor prioridad del adicto, incluso al costo de perder todo aquello que alguna vez fue importante: empleo, hogar, amigos y familia.

Adicción a las Drogas — Una Historia Personal
La adicción a las drogas en los adolescentes es destructiva y amenaza la vida. Háganme caso; esta es mi historia.

A la edad de trece años, mi hija tuvo un encuentro y aceptó marihuana. A solo un puñado de veces de haberla probado, Stacy estaba atrapada. Mi hija comenzó a cambiar de amigos (a quienes yo no conocía). Se volvió molesta, deshonesta, rebelde y desinteresada en la escuela. Durante los primeros meses, no pude entender lo que le estaba pasando a la alguna vez dulce, compasiva, honesta y respetuosa hija mía. Estaba cambiando drásticamente ante mis ojos.

Durante este tiempo, mi abuela murió. Siempre habíamos sido cercanos a ella, pero la reacción de Stacy fue indiferente, fría e incluso burlona con respecto a la mía.

La experiencia me hizo despertar. Tenía que hacer algo. Con el corazón en la mano y desesperada, primero consulté con su consejero escolar, quien me aseguró que la escuela estaba libre de drogas. Mis instintos me dijeron lo contrario.

Luego, la llevé a un consejero en un programa de tratamiento de drogas. Allí, Stacy admitió su adicción a la marihuana. Estuvo de acuerdo en quedarse para un tratamiento: un compromiso de treinta días.

Adicción a las Drogas — Encontrar Ayuda
La ayuda para la adicción a las drogas se presenta en varias formas y programas de tratamiento. Ese programa de treinta días, fue el primero de cuatro programas a los que mi hija tuvo que asistir por los siguientes tres años. El último programa requería varias horas por un año completo, un programa residencial. ¿Ayudaron los tratamientos? Bueno, sí y no. Me ayudaron a mí (como codependiente) y le ayudaron a ella a aprender los efectos destructivos de las drogas. Pero, ¿terminaron con la adicción y recuperaron a mi hija? Tristemente, no.

El dolor de ver a mi hija desperdiciar su vida, era más de lo que yo podía soportar. Era como verle cometer suicidio lentamente. Sin embargo, durante esta terrible pesadilla, algo sí me ayudó.

Comencé a asistir a reuniones diseñadas para las familias de adictos a las drogas. A través de estas reuniones, encontré el tan necesitado apoyo y empatía. Y lo que es más importante, encontré un retorno a mis raíces espirituales.

El grupo reconocía a Dios como la única fuente de verdadero control sobre nuestros seres queridos y pruebas. Aunque yo me había desviado de vivir una vida espiritual, sabía que las enseñanzas de la Biblia eran ciertas.

Mi hija ahora tiene treinta y tres años. Ha tenido largos períodos de sobriedad, pero ha regresado a su droga adictiva que la deja sin trabajo, incapaz de tener hijos y con enfermedades a largo plazo. Todavía oro por ella diariamente. Aunque yo sé que los tratamientos de grupos de apoyo pueden ayudar, sé también que únicamente Dios puede sacarla de su adicción total y permanentemente. Cuando todo lo demás falle y ella entregue el control de su vida a Cristo, él la liberará de su adicción a la droga.

“Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas” (Proverbios 3:5-6).

“Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre” (Mateo 7:7-8).

“Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana” (Mateo 11:28-30).