¿Por Qué a Mí, Dios? — Dios está en Control
A menudo Dios usa los eventos en nuestras vidas para obrar en la vida de alguien más. La verdad es que todos tendemos a tener una mirada muy pequeña del mundo. Nuestro mundo gira alrededor de nosotros y debido a que en nuestra vida personal todo nos afecta, nos olvidamos que no somos la causa y efecto de todo. La realidad es que somos uno entre millones de seres humanos tomando decisiones cada segundo. Cada una de esas decisiones afecta al mundo, mientras solo unas pocas nos afectan directamente.
No estamos en control. Dios está en control y nada pasa despercibido para él. Nada cambia si no es por él. En Génesis leemos cómo Dios creó todas las cosas, colocándolas en su lugar, dándoles dirección y dándoles movimiento en perfecta armonía y equilibrio. No importa cuántas decisiones de libre albedrío son hechas cada segundo, todo permanece en el equilibrio de Dios. Hebreos 1:3 dice: “El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que él es, y el que sostiene todas las cosas con su palabra poderosa”. Ningún individuo puede hacer que el universo se desordene. Dios está siempre en control.
La vida no siempre nos parece justa, pero Dios es siempre justo. No somos víctimas en esta vida, somos incondicional y apasionadamente amados por nuestro Padre Dios. Probablemente, cuando nos sentimos estresados y preguntamos “¿Por qué a mí, Dios?”, su respuesta podría ser: “Confía en mí, yo te amo. Estoy obrando para que todo sea en tu bien”.
¿Por Qué a Mí, Dios? — La Historia de Un Hombre
Un hombre en la Biblia llamado Job, preguntó: “¿Por qué a mí, Dios?” Él gozaba de una buena vida. Era favorecido por Dios y no tenía culpa alguna ante sus ojos. Satanás, al no ser omnisciente, aparentemente no estaba consciente de la existencia de Dios, hasta que un día el Señor le dijo a Satanás: “¿Te has puesto a pensar en mi siervo Job? volvió a preguntarle el Señor. No hay en la tierra nadie como él; es un hombre recto e intachable, que me honra y vive apartado del mal” (Job 1:8). Dios desafió, motivó y permitió que Satanás infringiera extremo dolor personal y sufrimiento a Job. Debido a que Dios conocía a Job y sabía que había elegido amar a Dios sin importar qué, el Señor permitió que la fe de Job fuera duramente probada. Él permitió a Satanás matar a la familia de Job, arrasar su tierra y ganado y destruir todo lo que Job consideraba querido en la tierra.
¿Cuál es la lección? Dios demostró a Satanás (y a nosotros) que aquellos cuyos corazones están verdaderamente puestos en Dios, sirven a Dios y aman a Dios apasionadamente, no pueden ser apartados de él por ninguna de las tácticas de Satanás. Dios conocía a Job, sus fortalezas y debilidades, y él sabía que Job era lo suficientemente fuerte para soportar todo aquello que Satanás pudiera desatar. Job, a través de la fortaleza de Dios, atravesó sus circunstancias. Job entendió que una persona puede perder todo lo que tiene, pero que cuando pertenecemos a Dios, tenemos todo lo que necesitamos.
Job no hizo nada malo. Él era un siervo de Dios, él amaba a Dios y era amado por Dios. La historia de Job es sobre la confianza en Dios en espera de un buen resultado, incluso al atravesar circunstancias acuciosas. ¿Eso significa que todas las cosas malas que suceden en nuestra vida son un evento “Job”? No necesariamente. La lección de Job fue narrada para que sepamos que Dios traerá un buen resultado para aquellos que le aman, quienes firmemente confían en él en toda circunstancia.
¿Por Qué a Mí, Dios? — Esperanza
¿Estás confiando totalmente en Dios en tus circunstancias? ¿Crees que sus caminos son siempre justos y rectos? ¿Confías que sus planes para ti son para bien y no para mal? Si es así, comparte esos sentimientos con Dios. Considera la siguiente oración: “Querido Padre, yo confío en ti. Yo creo que estás en control de mi vida y que permitiste que estas circunstancias llegaran a ella. Confío en que tienes planeado un buen resultado. Enséñame a apoyarme menos en mi propio entendimiento y más en ti. En el nombre de Jesús, amen”.
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