Violación: Sobrevivientes — Una Entrevista de Trabajo que Salió Mal
Sobrevivientes de violación alrededor del mundo están compartiendo sus historias. Medita sobre este relato personal
La primavera estaba en el aire. Las flores estaban comenzando a brotar de la tierra, luego de su letargo durante el invierno. Los pájaros estaban de vuelta, el sol estaba brillando y había una brisa que flotaba en el aire con las fragancias de la estación.
Yo me estaba dirigiendo a una entrevista de trabajo, una que me permitiría limpiar casas en la zona por un salario superior al que ganaba en una cadena de comida rápida. Estaba muy emocionada; yo pensaba que este era el trabajo apropiado para mí. Había respondido a un aviso en el periódico local, había contactado al autor y había fijado la fecha y hora de la entrevista.
Llegué al lugar designado, conduciendo el auto de mis padres. Yo debía encontrarme con el hombre en el parqueadero de una heladería y él me llevaría hasta la casa. Él me había dicho que sería muy difícil encontrar la casa al atardecer. Vi su carro y me subí. Salimos inmediatamente.
Hablamos de muchas cosas y en realidad no estaba prestando atención hacia dónde nos dirigíamos. Yo hice preguntas relacionadas con el trabajo y el número de horas que se requería. Le dije al hombre que todavía estaba en la escuela y que mis trabajos escolares eran prioritarios, por lo tanto, solo podía trabajar a medio tiempo. Las respuestas a mis preguntas eran breves.
Mientras continuábamos conduciendo, me comencé a preguntar en silencio dónde estaba esta casa. Él se detuvo en el parqueadero de la compañía local de gas natural. Estaba perpleja y comencé a sentirme incómoda. Le pregunté qué hacíamos ahí. Él no respondió y parqueó el auto.
Apagó el motor y me miró. Me hizo unas pocas preguntas de naturaleza sexual. Inmediatamente supe que estaba en problemas. Miré a mi alrededor y no había nadie. El parqueadero estaba rodeado por árboles y oculto a la vista de la carretera. Traté de abrir la puerta del carro y no pude. Él simplemente me sonrió, no con una sonrisa feliz, sino con una expresión de maldad.
Las cosas que sucedieron luego de esa sonrisa, no debieron haberle sucedido a una joven, ingenua, tímida e inocente jovencita que acababa de cumplir dieciséis. Luego de que el hombre consiguió lo que quería, se dio la vuelta, abrió la puerta, me sacó y me dejó en el asfalto, llorando, con mi ropa rota.
Traté de recuperarme lo mejor que pude y comencé a caminar de regreso al auto de mis padres. Tanta vuelta y solo estábamos a dos kilómetros de donde habíamos empezado. Me pareció una eternidad caminar esa distancia. Estaba completamente entumecida. Estaba impactada.
Llegué al auto, me subí y regresé a casa. No había nadie. Me sentí agradecida por ello, tomé una ducha y me fregué y me fregué hasta que el agua se enfrió. No podía sentirme limpia.
Nunca se lo dije a nadie. Lo interioricé. Continué mi vida, pero yo solamente estaba moviéndome. Mi cuerpo era un mero caparazón. Estaba protegiendo mi alma. Nunca permitiría que alguien más se aprovechara de mí de esa manera nuevamente.
Dios, mi Biblia y la poesía, fueron mis amigos. Cuando no estaba en la escuela, estaba sola en mi habitación. Le pedí a Dios que me sanara en las partes más profundas de mi ser. Lugares que solamente él podía conocer. Sin embargo, no podía sentir aún la sanidad.
Violación: Sobrevivientes — Una Fiesta sin Final Feliz
Me fui para la universidad y sosegué mi dolor con alcohol. Luego de la universidad, me uní al ejército porque necesitaba estructura. Necesitaba descubrir quién era. Era (y todavía lo soy) muy patriótica y estaba dispuesta a morir por mi país si era necesario.
El entrenamiento básico fue fácil para mí. Me volví la mejor soldado que pude. Seguía órdenes, pulía los detalles, marchaba cuando me lo decían, corría cuando me lo decían, pasé el entrenamiento básico con facilidad. Continuó el Entrenamiento Individual Avanzado (AIT por su siglas en inglés), más libertad, más opciones, menos estructura.
Había un club señalado. Comencé a salir allá y a bailar con amigos de mis barracas. Bailaba mucho porque era una maravillosa forma de liberarme de la herida que todavía se enconaba en mi interior. Una noche, luego de que el club cerró, tomé un atajo a través del bosque para volver a las barracas. Me hubiera ahorrado quince minutos. Había un grupo de compañeros soldados que estaban borrachos y que tomaron el mismo atajo. Aparentemente, una mujer sola en el bosque era demasiado para dejar pasar.
Nunca vi sus rostros. Cuando me acosté mientras me atacaban, me retraí al mundo que me protegía de lo que me estaba pasando. Cuando se fueron, solo escuché su demoníaca risa. Veintiséis años más tarde, ese sonido permanece conmigo.
Violación: Sobrevivientes — Sanando la Herida
Tú podrías estar pensando en este momento que, como una sobreviviente de violación (dos veces), tengo todas las razones para estar enojada por lo que he experimentado: que me he alejado de mi fe y de Dios. Nada puede estar más lejos de la verdad. Dios siempre estuvo conmigo. No tengo una respuesta al porqué estas cosas sucedieron en mi vida. Lo que sí sé es que Dios usa todo en la vida para bien.
Aunque elegiría no atravesar esos dolorosos momentos otra vez, estos han hecho de mí lo que soy ahora. Dios ha puesto en mi el deseo de alcanzar a las mujeres con su Palabra, su amor, su perdón y su gracia.
Cuando alguien elige vivir para Jesucristo, ha elegido el camino más difícil. Habrá pruebas y sufrimiento. Tenemos que esperarlo. Tenemos esperanza. Sabemos que no estamos solos. Sabemos que al final Dios triunfa… nosotros también triunfamos.
Ha pasado mucho desde que perdoné a mis atacantes. Le pido a Dios que coloque a alguien en sus caminos que les revele su gloria, que acepten su llamado, que suelten la mano de Satanás y que se unan a mí en la eternidad.
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